Jardines reales y virtuales, suspendidos en medio de la inmortalidad del instante, las memorias familiares y la emoción del descubrimiento. La exposición Subconscious Bloom (Florecer del subconsciente, en español) nos transporta a una revelación de la sensualidad de lo natural.
A través de su mirada, Hugo Maza encuentra en las flores no solo una fuente de belleza natural, sino un vehículo para explorar lo íntimo, lo erótico y lo simbólicamente femenino. Seleccionadas por el propio autor, las piezas reflejan un criterio muy personal. Esta colección muestra un diálogo entre memoria, deseo, tecnología y naturaleza.
Su madre fue florista y paisajista. En los últimos años de su vida, cuando el Alzheimer comenzaba a desdibujar los contornos de la realidad, recorrían juntos su campo en Valle de Bravo. Un acto de amor, de acompañamiento, pero también un germen creativo.
“De ahí nació la inspiración”, dice Hugo Maza, autor de Suboconscious Bloom en Picci Fine Arts. Hoy, esas flores como rosas, claveles, dalias, peonías reviven en impresiones digitales que no sólo capturan su forma, sino que la reinventan.
Las piezas fueron intervenidas con aplicaciones tecnológicas, espejeadas hasta volverse otra cosa: fragmentos florales que, al ser duplicados, revelan contornos eróticos.
“Me sorprendió cómo algunas de las imágenes, al hacerles este proceso de espejeado, resultaban en formas que me remitían directamente a la vulva. Pero no de manera explícita, sino con una estética sutil, sofisticada, profundamente sensual”, dijo.
Esto lo llevó a nombrar esta exposición como Subconscious Bloom. “No es algo que se piense, se siente”, explica. “El erotismo surge directamente del subconsciente, no necesita elaboración intelectual”.
En cuanto a lo técnico, las obras se presentan en distintos formatos: hay piezas de un metro cuadrado, otras de 1.20 por 1.20 metros. Fueron impresas mediante diferentes métodos que permiten explorar diversas opciones.
No hay provocación ni discursos grandilocuentes. Hay, en cambio, un juego visual, una pasión y una emoción que transita entre el placer y la memoria, entre lo biológico y lo simbólico; en la vida misma que florece en el espectador.