La violencia es un reto formidable que enfrentará Claudia Sheinbaum, la nueva presidenta de México, cuando asuma el poder en octubre. La violencia en México es un problema crónico que ha durado casi dos décadas, con cientos de miles de mexicanos desplazados, asesinados o desaparecidos. La campaña electoral fue una de las más violentas de la historia reciente de México, con decenas de candidatos asesinados.

Sheinbaum no ha trazado una estrategia clara para gobernar un país tan violento, pero ha demostrado que puede adoptar un enfoque pragmático frente al crimen. Como jefa de gobierno de Ciudad de México, inundó la ciudad con cámaras de seguridad y desplegó a la policía en ciertas áreas de alta criminalidad, lo que redujo los asesinatos en aproximadamente a la mitad.

Para enfrentar la violencia, Sheinbaum debería dar prioridad a la persecución de los actores más violentos, incluidos ciertos comandantes de cárteles y escuadrones de asesinos en las zonas más homicidas del país. También necesita una campaña enérgica para luchar contra la extorsión desenfrenada que está asolando las vidas de muchos mexicanos trabajadores.

Además, Sheinbaum necesita crear un programa de prevención eficaz dirigido a los jóvenes reclutados por los cárteles. Un programa constructivo tiene que centrarse más en los jóvenes con más problemas de las partes más violentas del país. México ya cuenta con trabajadores sociales capaces sobre el terreno que podrían realizar esta labor si dispusieran de los recursos necesarios.

Un progreso gradual supondría un gran avance. Si el gobierno de Sheinbaum puede reducir el número de asesinatos aunque solo sea en un tercio, la gente empezará a sentirse más segura. Si hay menos homicidios, los investigadores estarán menos inundados de casos y se podrán resolver más. Si más gente denuncia la extorsión, otros pueden animarse a hacerlo.